Los libros electronicos
¿Son los libros electrónicos la perdición de los tradicionales, o por el contrario, los escritos sobre el papel ganarán la batalla por la supervivencia editorial?
Si se mira de una manera superficial, parece ser que en esta guerra, los e-books llevan la delantera, pues es indiscutible que realmente ofrecen algunas ventajas como: Integración de formatos y navegación hipertextual, portabilidad, la visibilidad de lo publicado puede ser potencialmente superior a la que se alcance en el papel, posibilidad de escucharlos mientras se realizan otras tareas, entre otras. Pero, ¿realmente podrán reemplazar a la memoria vegetal?
Antes de aventurarse a responder esta pregunta, vale la examinar algunas de las muchas ventajas de los libros impresos. Empecemos por mencionar la verdadera portabilidad (acceso desde cualquier lugar, en cualquier momento), sin necesidad de utilizar costosos dispositivos para su visualización y sin el casi despreciable, pero realmente innecesario gasto de energía. Lo anterior toma fuerza si se tiene en cuenta que en países tercermundistas el acceso a estos dispositivos es realmente un lujo. Además de la delicia de leer sin la preocupación causada al saber que estos aparatos emiten una cantidad de ondas y magnetismos nocivos para la salud. Y como opinión personal, concentrarse y adentrarse completamente en la historia leyendo en la pantalla de un computador puede llegar a ser un reto, al tener en frente no sólo un llamativo mouse y un teclado, si no también una bonita interfaz gráfica, llena de botones, imágenes, barras y números distrayéndonos.
Como dice Joaquín Rodríguez en su Introducción: edición y comunicación científicas en la era digital de libros electrónicos1: Existen razones poderosas para que muchos editores no hayan dado todavía el paso y consideren que todavía quedan preguntas por resolver y contras que aclarar:
* Costes de la puesta en marcha: Los costes calculados para la puesta en marcha de una redacción digital, tanto en la infraestructura necesaria, como en los programas de software y en la formación específica de los editores, son elevados y no siempre asumibles. Los ahorros sólo comenzarán a producirse, como comprobaremos, cuando el número de suscriptores se eleva, algo que ya conocíamos sobradamente en la realidad en papel. Se calcula (Tenopir y King, 1999 y 2000), que para una revista que cuente con 500 lectores abonados, los probables ahorros no supondrían más de un 4%, mientas que si esa revista contara con un número de suscriptores superior a los 5.000, podríamos calcular ahorros de hasta el 25%.
* Protección de los contenidos: En el caso de que se opte por una difusión comercial de los contenidos, es fundamental que su integridad jurídica quede preservada, pero al día de hoy no existen mecanismos tecnológicos ni órganos jurídicos capaces de garantizar su indemnidad: ninguna de las herramientas de software ideadas o mecanismos de protección (filigranas o marcas de agua, DOI (Digital Object Identifier), XrML (Extensible Rights Markup Language, etc.), pueden evitar completamente la copia de un contenido y, consecuentemente, su reproducción y difusión fraudulenta; no existe, tampoco, organismo transnacional alguno que pueda vigilar, perseguir y sancionar las irregularidades que atenten contra los derechos de la propiedad intelectual.
* Disponibilidad futura: Aún en contra de la evidencia inicial y espontánea, la recuperación de un material guardado y archivado de manera exclusivamente electrónica no ofrece garantías plenas de que pueda ser perfectamente preservado ni recuperado en el futuro. Existen, al menos, cuatro problemas relacionados con la conservación:
- El primero de ellos es el de la consistencia de los soportes físicos para el almacenamiento de la información, los soportes electrónicos, que se ha calculado en unos 25 años.
- El segundo es el de la mutación acelerada de las tecnologías y el de su posible incompatibilidad futura, algo que ya viene ocurriendo desde el nacimiento mismo de los programas de software de uso más común. Existen iniciativas gubernamentales, sobre todo la liderada por la Biblioteca del Congreso norteamericano, preocupada por ofrecer a los futuros usuarios archivos con la metainformación necesaria para acceder a los contenidos.
- El tercero es el de la administración y gestión electrónica de los contenidos digitales ya que, como se sabe, buena parte de las revistas electrónicas están almacenadas en los servidores de grandes compañías intermediarias que, aunque en principio adquieran el compromiso teórico de ofrecer acceso ilimitado a los propios contenidos, no siempre están en condiciones de garantizar que eso sea así. Las grandes bibliotecas universitarias se preocupan, también, por realizar copias de respaldo y duplicados, pero tampoco existen iniciativas sistemáticas en todos los centros. Existen, también hay que mencionarlo, iniciativas como la de la Public Library of Science o la de Free Medical Journals que garantizan el acceso libre y público a los contenidos de todos los números anteriores al vigente.
- Por último, no existe todavía un depósito legal de material electrónico, de forma que no hay obligación jurídica que mueva a la conservación de esos contenidos.
* Juventud de las tecnologías: La inmadurez de la tecnología ha ofrecido ante todos nosotros el espectáculo de la creación, difusión y desaparición de muchos soportes electrónicos (libros electrónicos dedicados, PDAs no específicas, etc.) en plazos de tiempo brevísimos, síntoma inequívoco de inestabilidad del medio.
* El mar de los estándares: La proliferación de estándares y formatos, muchos de ellos incompatibles entre sí, competidores, ha llevado a la paradójica situación en la que estándar ya no es sinónimo de universal sino de particular.
Seguramente podría seguir argumentando muchas otras razones por las cuales los e-books no sepultarán nunca a los impresos, pero creo que con esto basta para que ahora el lector siente posición y saque sus propias conclusiones.
http://www.archivovirtual.org/seminario/ediciencia/pdf/CAPITULO1.pdf
Si se mira de una manera superficial, parece ser que en esta guerra, los e-books llevan la delantera, pues es indiscutible que realmente ofrecen algunas ventajas como: Integración de formatos y navegación hipertextual, portabilidad, la visibilidad de lo publicado puede ser potencialmente superior a la que se alcance en el papel, posibilidad de escucharlos mientras se realizan otras tareas, entre otras. Pero, ¿realmente podrán reemplazar a la memoria vegetal?
Antes de aventurarse a responder esta pregunta, vale la examinar algunas de las muchas ventajas de los libros impresos. Empecemos por mencionar la verdadera portabilidad (acceso desde cualquier lugar, en cualquier momento), sin necesidad de utilizar costosos dispositivos para su visualización y sin el casi despreciable, pero realmente innecesario gasto de energía. Lo anterior toma fuerza si se tiene en cuenta que en países tercermundistas el acceso a estos dispositivos es realmente un lujo. Además de la delicia de leer sin la preocupación causada al saber que estos aparatos emiten una cantidad de ondas y magnetismos nocivos para la salud. Y como opinión personal, concentrarse y adentrarse completamente en la historia leyendo en la pantalla de un computador puede llegar a ser un reto, al tener en frente no sólo un llamativo mouse y un teclado, si no también una bonita interfaz gráfica, llena de botones, imágenes, barras y números distrayéndonos.
Como dice Joaquín Rodríguez en su Introducción: edición y comunicación científicas en la era digital de libros electrónicos1: Existen razones poderosas para que muchos editores no hayan dado todavía el paso y consideren que todavía quedan preguntas por resolver y contras que aclarar:
* Costes de la puesta en marcha: Los costes calculados para la puesta en marcha de una redacción digital, tanto en la infraestructura necesaria, como en los programas de software y en la formación específica de los editores, son elevados y no siempre asumibles. Los ahorros sólo comenzarán a producirse, como comprobaremos, cuando el número de suscriptores se eleva, algo que ya conocíamos sobradamente en la realidad en papel. Se calcula (Tenopir y King, 1999 y 2000), que para una revista que cuente con 500 lectores abonados, los probables ahorros no supondrían más de un 4%, mientas que si esa revista contara con un número de suscriptores superior a los 5.000, podríamos calcular ahorros de hasta el 25%.
* Protección de los contenidos: En el caso de que se opte por una difusión comercial de los contenidos, es fundamental que su integridad jurídica quede preservada, pero al día de hoy no existen mecanismos tecnológicos ni órganos jurídicos capaces de garantizar su indemnidad: ninguna de las herramientas de software ideadas o mecanismos de protección (filigranas o marcas de agua, DOI (Digital Object Identifier), XrML (Extensible Rights Markup Language, etc.), pueden evitar completamente la copia de un contenido y, consecuentemente, su reproducción y difusión fraudulenta; no existe, tampoco, organismo transnacional alguno que pueda vigilar, perseguir y sancionar las irregularidades que atenten contra los derechos de la propiedad intelectual.
* Disponibilidad futura: Aún en contra de la evidencia inicial y espontánea, la recuperación de un material guardado y archivado de manera exclusivamente electrónica no ofrece garantías plenas de que pueda ser perfectamente preservado ni recuperado en el futuro. Existen, al menos, cuatro problemas relacionados con la conservación:
- El primero de ellos es el de la consistencia de los soportes físicos para el almacenamiento de la información, los soportes electrónicos, que se ha calculado en unos 25 años.
- El segundo es el de la mutación acelerada de las tecnologías y el de su posible incompatibilidad futura, algo que ya viene ocurriendo desde el nacimiento mismo de los programas de software de uso más común. Existen iniciativas gubernamentales, sobre todo la liderada por la Biblioteca del Congreso norteamericano, preocupada por ofrecer a los futuros usuarios archivos con la metainformación necesaria para acceder a los contenidos.
- El tercero es el de la administración y gestión electrónica de los contenidos digitales ya que, como se sabe, buena parte de las revistas electrónicas están almacenadas en los servidores de grandes compañías intermediarias que, aunque en principio adquieran el compromiso teórico de ofrecer acceso ilimitado a los propios contenidos, no siempre están en condiciones de garantizar que eso sea así. Las grandes bibliotecas universitarias se preocupan, también, por realizar copias de respaldo y duplicados, pero tampoco existen iniciativas sistemáticas en todos los centros. Existen, también hay que mencionarlo, iniciativas como la de la Public Library of Science o la de Free Medical Journals que garantizan el acceso libre y público a los contenidos de todos los números anteriores al vigente.
- Por último, no existe todavía un depósito legal de material electrónico, de forma que no hay obligación jurídica que mueva a la conservación de esos contenidos.
* Juventud de las tecnologías: La inmadurez de la tecnología ha ofrecido ante todos nosotros el espectáculo de la creación, difusión y desaparición de muchos soportes electrónicos (libros electrónicos dedicados, PDAs no específicas, etc.) en plazos de tiempo brevísimos, síntoma inequívoco de inestabilidad del medio.
* El mar de los estándares: La proliferación de estándares y formatos, muchos de ellos incompatibles entre sí, competidores, ha llevado a la paradójica situación en la que estándar ya no es sinónimo de universal sino de particular.
Seguramente podría seguir argumentando muchas otras razones por las cuales los e-books no sepultarán nunca a los impresos, pero creo que con esto basta para que ahora el lector siente posición y saque sus propias conclusiones.
http://www.archivovirtual.org/seminario/ediciencia/pdf/CAPITULO1.pdf
1 comentario
Miguel -